Querida comunidad añatuyense:
En estos días he compartido con Mons. José Melitón Chávez y ahora les escribo este mensaje transmitiendo mi cordial saludo a toda la comunidad diocesana.
A pesar de que aún no nos conocemos, desde el día que se me comunicó que había sido elegido como Obispo coadjutor de la Diócesis de Añatuya ya empezaron a colarse en mi corazón sus nombres, paisajes y rostros. El nombre de Añatuya retumba interiormente en mi corazón, como esas melodías acompañadas con el bombo, y me va ganando el deseo de conocerlos personalmente.
Decir “sí, acepto” me sabe a compromiso grande, a volver a sentir mi fragilidad y temor ante una obra de Dios que siempre desborda, que es sobreabundante, y que descoloca. Pero la confianza en Dios, Padre misericordioso, las innumerables pruebas en mi vida de su presencia y acción, saber que no estoy solo y que somos parte de su Pueblo, me animan a dar junto a todos ustedes este nuevo paso y espero también ser aceptado en su hogar como parte de su familia.
Les pido, de corazón, que me acompañen con su oración, cercanía y afecto para que el camino de discípulos y misioneros de Jesús lo vivamos con pasión, alegría y fraternidad como testigos del Reino y al servicio de los más pobres.
La Diócesis de Añatuya, tierra poblada de sueños, luchas y entregas, tierra andada por grandes misioneros como San Francisco Solano, Mama Antula, Monseñor Jorge Gottau y tantos otros hermanos y hermanas, ha recibido el anuncio del Evangelio de la vida que hoy sigue germinando y fructificando en sus comunidades.
Espero que podamos compartir el día de mi ordenación episcopal, el próximo 31 de agosto en la ciudad de Añatuya, como una verdadera fiesta de nuestra Iglesia, que trasciende mi persona, y que es para todos; un regalo del Espíritu Santo para afianzar la comunión con el Papa Francisco, con los pastores y con todo el santo pueblo fiel de Dios.
Que la Virgen María de la Huachana, que en estos días congrega a tantos peregrinos, interceda por toda nuestra Diócesis para que crezcamos con los dones y gracias de su Hijo Jesucristo.
P. José Luis Corral, SVD